Esta vez vamos a tratar un tema recurrente en el cine, las revisiones de clásicos o remakes. Para ello hablaremos de tres cintas que han sido versionadas hace poco, en 2016: Ben-Hur, Los Siete Magníficos y Cazafantasmas. Ninguna de las tres supera de la que beben, pero no hay un suspenso general, sino una disparidad de criterios. Además, todas tienen un elemento en común, un cambio radical en uno o más personajes. En fin, al lío. ATENCIÓN, CONTIENE SPOILERS (ya sabéis que lo nuestro no es el destripe).
Quiero empezar con Ben-Hur (5,7 en IMDB, 4,8 en filmaffinity), quizá el reto más importante de las tres.
Sí, superar la cinta de 1959 es algo casi imposible, aunque lo han intentado, sin complejos y a lo grande… y les ha salido mal. La película se pierde en moralinas ridículas para la época y se centra en la carrera de cuadrigas, más espectacular porque ahora hay más medios técnicos, pero poco más. Más corta que la vieja (que de por sí ya era una versión de una muda de 1925), lo que se agradece, aunque se coman una trama importante. Una introducción demasiado extensa que no aporta nada a la historia, salvo ese toque moral actual, una historia de amor entre enemigos, bastante superflua, y el ensalzamiento de Messala, para evitar tacharle como el villano de la historia.
De Ben-Hur hay versiones peores, pero esta es de aprobado raspado, y por las cuadrigas...
Sinceramente, he visto versiones peores y esta no está del todo mal. La apruebo por los pelos y solo por las cuadrigas. Es curioso que viéndola nos extrañó la intervención de Morgan Freeman como el jeque, ya que creíamos, erróneamente, que en la anterior lo hizo Omar Sharif, pero no, fue Hugh Griffith con la cara llena de betún (personaje con el que consiguió el Óscar al Mejor Actor de Reparto en 1960, de los 11 que se llevó Ben-Hur). Lo que nosotros creíamos como un cambio de personaje para acallar a los políticamente correctos, no lo es, sino que se repara un racismo encubierto, ¡olé! Aunque, tampoco es que Morgan Freeman esté bien, bueno como toda la película.
Al hilo de este último comentario vamos con Los Siete Magníficos (7 en IMDB, 6 en filmaffinity), o como Hoolywood hace una película con un respeto riguroso por cada uno de sus propios clichés y logra una cinta blandita eso sí, que no ofende a nadie. Para los que no lo sepan, la original de 1960 es, a su vez, una versión americana de una de las grandes películas de samuráis del gran Akira Kurosawa (Los Siete Samuráis de 1954). Centrándonos en el oeste y dejando el Japón medieval para otra entrada, quizá sea la versión más fiel de todas, si descontamos la formación del grupo que es cuanto menos increíble.
Nuevamente, volvemos a lo políticamente correcto que tanto daño hace, puesto que la película es un crisol cultural: hay un mejicano (Manuel Garcia-Rulgo), un chino o japonés, no sé muy bien (Lee Byung-hun), un indio comanche (Martin Sensmeier), un irlandés (Chris Pratt), dos americanos de pura cepa (uno de ellos afroamericano y unionista, Denzel Washington, y el otro confederado, Ethan Hawke, pero ante tanta disparidad, qué más da) y un trampero loco de desconocida procedencia pero imponente físico (Vincent D’Onofrio). Además, son contratados por el único personaje femenino con texto: la joven viuda que clama justicia y se contenta con venganza, interpretada por Haley Bennett.
En Los Siete Magnificos el malo da asco (no como en Ben-Hur), pero el grupo no se sostiene por superficial
Con estos mimbres el grupo se enfrenta a un malo de náusea (Peter Saasgard), no como en Ben-Hur, sustentándose en una relación de camaradería superficial y poco creíble. Yo estoy a favor de los cambios a positivo (como en el caso de la anterior), nunca por obligación. Con esta película me pasa lo mismo que con la otra, que echo de menos al protagonista principal (Yul Brynner). Creo que Denzel Washington no está bien y eso que es un actor de sobrada reputación y que me gusta mucho, pero este no es uno de sus mejores papeles. Lo que tiene más delito, ya que el director de la cinta es el mismo que en The Equalizer, y ahí está impecable.
Coincidido con darla un aprobado solvente, pero poco más. Quiero hacer un inciso para dedicarle unas líneas a Westworld, o como la titularon en España Almas de Metal de 1973, otra revisión de un clásico que no meto aquí porque es una serie, con cambios muy radicales de personajes y de concepto, que no desentonan para nada. Cuando las cosas se hacen bien, no te fijas en los detalles (aunque vuelvo a echar de menos al malo interpretado por Brynner en la original).
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Volvemos a la carga con otra crítica cinematográfica. La película tampoco es que sea nueva, ya que se estrenó el 19 de
Termino con Cazafantasmas (5,4 en IMDB, 4,9 en filmaffinity), para mí la mejor de la tres, aunque tampoco es una gran película, que quede claro. Por una vez no estoy de acuerdo con las notas que se le dan por ahí, ya que yo la puntuaría por encima del seis porque me divertí mucho. Está claro que no es original y tira de lo viejo a mansalva, del chiste fácil y de tópicos, pero me entretuve y me reí. También es verdad que un final como si fuera un videojuego no es un acierto. Me recordó un poco a un PAC-MAN en 3D sin laberinto (tenéis que verlo para entenderlo).
Quizás ese movimiento girl power que patrocina la cinta, la parte más polémica de este reboot, sea totalmente propagandístico, puede ser cierto, pero a mí no me resulta chirriante y casa bien. Yo lo hubiera hecho de otra forma, no tanto una revisión, sino una continuación años después, cambiando los protagonistas, algo en plan rollo Legacy, pero es que la original fue un boom, aunque no sea ni mucho menos un peliculón. Me encanta que conserven la canción característica de esta cinta y que la repitan en versiones diferentes a lo largo de la trama (no como en Los Siete Magníficos que sale al final y te tiras todo el tiempo echándola de menos).
Si vas a ver una película de estas con una Banda Sonora tan característica quieres oírla cuantas más veces, mejor. Os imagináis una Historia Interminable sin su canción o un Star Wars sin las letras del principio y la música (esto ya lo han hecho en la última), pues eso. ¡Qué se echa en falta, señores!