Que no te tomen el pelo, la publicidad de la cerveza industrial miente. Las cervezas denominadas doble malta no llevan el doble de malta, no se puede hacer una cerveza ahora igual que se elaboraba hace 150 años, criar la cerveza en barricas tiene más años que el hilo negro, todos los lúpulos, levaduras, cereales y agua son siempre seleccionados por el elaborador ahora y desde hace mucho tiempo, aquí y en una galaxia muy, muy lejana. Basta ya de tanto maquillaje, que somos cerveceros, pero no tontos.
A comienzos de este mes de abril, el periodista Miguel Ayuso Rejas (@mayusorejas) publicaba un reportaje titulado «Analizando los anuncios de cerveza» en la web de Directo al Paladar en el que desmontaba cada uno de los eslóganes de las cervezas industriales más importantes de nuestro país (los tenéis allí, yo no les voy a dar más publicidad). Lo leí, releí y no fui capaz de sacármelo de la cabeza. La semana pasada se celebró en el barrio madrileño de Lavapiés una semana dedicada a la cerveza artesana (Artesana Week) y tuve la oportunidad de hablar con muchos elaboradores y distribuidores de este tipo de cerveza, inevitablemente, salió el tema de la «publi» y la cantidad de medias verdades que nos cuentan las grandes. Os voy a contar lo que he sacado en claro.
Toda la cerveza industrial (o artesana) tiene los mismos ingredientes
La cerveza industrial (o artesanal) tiene una receta que se ha obtenido después de infinitas pruebas (aquí lo del ensayo y error está a la orden del día). Sus ingredientes son cuatro: cereales malteados, lúpulo, levaduras y agua. Estos se seleccionan y se mezclan de acuerdo con la fórmula del tipo de cerveza que queramos realizar.
Es decir, si doblo la cantidad de malta, tendré que doblar la cantidad de los demás elementos para respetar la fórmula y que no me salga una birria. Viene a ser como un bizcocho: si hecho el doble de harina que indica la receta, tendré que doblar también el resto de cantidades si no quiero que el postre me quede más seco que el ojo de la Inés. Todo lo demás, cuentos chinos.
Por tanto, podemos hacer hoy una cerveza siguiendo una receta de 1876, pero no la haremos igual, porque sería de no muy inteligentes (y en este sector, y más en sus departamentos de marketing, son todos unas lumbreras) despreciar los avances técnicos, higiénicos, de conservación, etc. que hemos conquistado desde entonces y porque, antes de ese año, se desconocía la existencia de las levaduras (cuyo papel en la fermentación fue descubierto por Louis Pasteur, sí, el de las vacunas y la pasteurización).
El Bélgica se lleva haciendo cerveza en barricas desde el siglo XIX
Lo de madurar la cerveza en cubas de madera, se puso de moda en los años 90 del pasado siglo en EE.UU., cuando algunas marcas de cerveza artesana pensaron en sacar nuevos sabores utilizando barricas que anteriormente hubieran contenido vino, whiskey o bourbon. Pero vamos, que ya se habían utilizado toneles de madera para fermentar la cerveza desde la antigüedad. De hecho, las tonelerías y las fábricas de cerveza se establecían en el mismo barrio.
Sin embargo, se usaban tan solo como contenedores, no se buscaban los aportes de la madera, es más, las cubas se impermeabilizaban con pinturas y barnices, al estilo de los cascos de los barcos. Es decir, nada nuevo bajo el sol.
Los creativos esgrimen las frases grandilocuentes de los anuncios de cerveza, como si de sables láseres se tratara, para cegar al consumidor con su esplendor, en muchos casos empleando conceptos que bordean la legalidad. «El lado oscuro de la birra ellos son», que diría Yoda, y nosotros un poco becerros también, porque muchos repiten estos mensajes como si fueran entendidos, y lo único que consiguen es que se les vea el plumero de su ignorancia.
Dicho esto, que cada uno beba el tipo que más le guste, sin importar su eslogan, y ¡que la cerveza os acompañe! ¡Salud!