Apretarse un fino es una cosa muy andaluza pero no necesariamente gaditana. Vamos, que no provienen todos exclusivamente del Marco de Jerez. Hay estupendos finos en Córdoba (Montilla-Moriles) o Huelva (Condado de Huelva) y eso es algo que no tenemos nada claro de Despeñaperros para arriba. Cuando nos hablan de vinos generosos, bien sea de Manzanilla, Fino, Amontillado, Oloroso, Palo Cortado…, se nos abren las carnes y no sabemos por dónde tirar.
Echamos mano de que son vinos que bebían nuestros padres o abuelos, que son muy fuertes, que sus sabores no nos gustan, etc. Lo mismo nos pasa con los vinos dulces (como los Moscateles de Málaga o los Pedro Ximénez de Cádiz, Córdoba o Huelva), son vinos del pasado, no están de moda.
Hay finos de Cádiz muy buenos, y también de otras partes de Andalucía
Este no es un blog especializado ni dirigido a público entendido, así que no me voy a meter con la crianza biológica, ni la oxidativa, ni os voy a contar la diferencia de suelos y variedades de cada zona, ni lo que es un velo, ni la flor, ni el asoleo, ni multitud de términos más que se encuentran tras estos vinos (aunque si lo queréis, pedid y se os dará), solo pretendo que, tranquilamente, cuando podáis y queráis, les deis una oportunidad a todos estos vinos. Un tesoro rico y diverso que, a lo largo de los siglos, ha sabido crear su propia identidad. No les tengáis miedo, tratarlos con cariño, darles su tiempo, lo merecen. Será una experiencia que no olvidaréis.
Todo esto viene a cuento porque la semana pasada se celebró en Madrid el I Congreso Internacional de Vinos Tradicionales de Andalucía y, en paralelo, el IV Salón de los Vinos Generosos. En el primero se dio cita lo más granado del panorama, a nivel nacional e internacional; en total, entre los tres días que duró la cita, nos juntamos unas 1.500 almas. El segundo presentó un plantel de bodegas de categoría procedentes de todos los rincones de España donde se elaboran este tipo de vinos, no solo de Andalucía, sino también de Alicante, Valladolid o La Rioja.
Hay veces que propongo catas y no me las aceptan, pero yo nunca me doy por vencida
Los allí presentes eran, en su mayoría, lo que los modernos e influencers llaman sherry lover, vamos los que les apasiona este tipo de vino. Pero al salir de allí, embriagada por el bouquet, los acentos andaluces, el buen rollo general, encantada por lo aprendido y adherido a mi piel y a mi cabeza, se me ocurre la feliz idea de intentar organizar una cata para explicar un poco más a fondo todo esto que os estoy contado y me doy de bruces con la cruda realidad: el hostelero en cuestión no estaba interesado porque no le gustan, son vinos de viejos, no son finos de Cádiz, se suben a la cabeza y bla bla bla.
A pesar del jarrazo de agua fría, seguiré en mi empeño y tarde o temprano haré algo con estos vinos. Ya sean con finos de Cádiz o de cualquier otra parte de Andalucía. Mientras, por favor, guturalovers míos (todo se pega), no hagáis como este tabernero y probadlos, sin prisa, en compañía, con una buena charla, con moderación, no os vengáis arriba que nos conocemos. Quitaos las penas, que abundan en estas semanas, y a vivir que son dos días.
Si ya para remate los empujáis con jamón ibérico, quesos curados o una gambita fetén, de lujo. También aguantan bien alcachofas, encurtidos, ajillos, pepino o remolacha, alimentos tan difíciles de combinar con vinos. Para los dulces, chocolate, natillas o un buen foie, que para gustos, colores. Los vinos generosos a la hora de maridar son un as en la manga. A experimentar toca. ¡Salud!
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Parece que cuando llega el último mes del año el cuerpo pide clásicos: escuchar a Frank Sinatra, ver belenes y bombillas de colores,