Vamos con un segoviano de pro, y no hablamos del whisky DYC, sino de este blanco de la variedad Viognier elaborado por los hermanos Sancha de Frutos (Rodolfo, Mª Carmen y Javier), herederos de don Julián y doña Carmen, fundadores de Finca Cárdaba, en Sacramenia (Segovia): La Quinta del Monje 2015.
El matrimonio compró la finca en los ochenta, por entonces era un erial abandonado con una ermita del siglo XII derruida, Santa María de Cárdaba, que fue lo primero que reconstruyeron junto con la casa solariega.
La zona tiene su historia como priorato que se remonta al siglo X, de ahí tanto nombre monacal, pero vamos, que lo que tenían en la cabeza era elaborar su propio vino, para lo cual plantan sus viñas en el año 2000. Sobre todo Tempranillo, pero también Syrah y Viognier. Nos centraremos en esta última, muy poco extendida en Castilla y León y protagonista de La Quinta del Monje, un vino de altura, porque el viñedo se encuentra a 830 metros y porque tiene una estructura con la que se te va a caer la baba.
En nariz es estupenda. Tiene una acidez correcta, un retrogusto poderoso, frescura y que te pide un segundo trago, y un tercero...
Es verdad que esta añada 2015 tiene un ataque alcohólico importante (14,5º), pero también lo es que su nariz es estupenda, que tiene una acidez correcta, un retrogusto poderoso, frescura y que te pide un segundo trago, y un tercero… Con el que ir descubriéndolo, quitándole capas, notando la fruta tan peculiar que aporta esta variedad, sus aromas, lo que le enriquece el haber sido fermentado y criado durante 4 o 5 meses en barricas de roble francés de 500 litros con sus lías y qué bien le sienta el haber pasado ya dos añitos largos en botella. Eso sí, no es un vino de tapeo. Es un vino para sentarte y comer con tranquilidad. Disfrutarlo sin prisas.
Como es un todoterreno y tiene ese cuerpazo, pide cefalópodos con carácter, recetas tradicionales. Unos chipirones en su tinta o unos calamares al ajillo. Tranquilos, va a poder con el ajo y con la guindillita sin problemas. Para los carnívoros, puede funcionar con un cerdo con nata o un pato asado. Con una pasta a la carbonara también irá de perlas.
Es lo que los cool llaman un vino gastronómico, lo que significa que le puedes hacer perrerías y jugar con las armonías y descubrir las sensaciones que te produce y cómo se transforma con cada plato.
¡A jugar!